jueves, 20 de diciembre de 2018

SENSACIONALISMO

LA PRENSA AMARILLA ACTUAL
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Como muchos autores han señalado, la prensa amarilla ha evolucionado, de las primeras planas del Journal de New York de 1895, pasando por el Bild alemán, hasta los diarios amarillistas peruanos como el Chino y Ajá o los bolivianos como Extra y Gente, el sensacionalismo ha permeado tanto a la prensa seria como a la televisión y la radio (Cerbino Mauro, Ética y sensacionalismo en los medios, 2005).
Es evidente su influencia en los noticieros y programas periodísticos, como también en otros géneros audiovisuales.
Frecuentemente, resulta difícil trazar una línea tajante entre el sensacionalismo y la prensa amarilla. De hecho, el término prensa amarilla surgió de una disputa entre el World de Albert Pulitzer y el Journal de Rodolf Hearst, por una tira cómica que se publicaba en ambos diarios llamada Yellow kid, y cuyo color pasó a representar el tipo de periodismo en extremo sensacionalista. Sin embargo, la prensa amarilla de nuestra época presenta algunas particularidades.
Esta prensa cumple una doble función, sirve tanto para ser comprada y consumida por sus lectores como para ser mirada en sus titulares. La práctica de ver los titulares es muy común; es parte de los operativos psicosociales, pero también refleja la velocidad de la vida cotidiana, donde lo audiovisual tiene su imperio y toda la diagramación periodística está organizada para ser más vista que leída. (Revista de investigación psicológica, ISSN, 1560-909x, Vol. 11, N°2, 2008, pág. 153) “Los diarios amarillistas son fuente de entretenimiento, de satisfacción de necesidades, de protagonismo y también de voyerismo público; a diferencia de la prensa amarilla de finales del siglo XIX…” (Revista Latina de comunicación Social, Octubre 1999, N° 22, La laguna (Tenerife). Sin embargo, la prensa actual se ocupa muy poco de las noticias internacionales o de personajes de la realeza. Más bien, se trata de una lista interminable de personas anónimas, como albañiles, profesores, vendedores ambulantes y cobradores de microbuses que discurren entre las páginas de los diarios, entre notas exageradas y distorsionadas. Personajes que de ninguna manera son los protagonistas de los diarios serios y reflexivos, encuentran en esta prensa una representación banal de su cotidianeidad y sus espacios.
El sensacionalismo ha traspasado la frontera, instalándose tanto en la prensa seria como en la televisión y la radio. Contra lo que se suele pensar los lectores de esta prensa no son siempre los menos instruidos, ni los miembros de las clases sociales más bajas. Entonces, no siempre estamos frente a un lector de poca instrucción, ni desvinculado de la agenda política, no estamos frente al paradigma de la marginalidad, según el cual esta prensa se ocupa de los márgenes de la sociedad. También esta prensa resalta y apela a dimensiones que los otros diarios no se proponen, la función lúdica predominante. Ellos no tienen competencia en los diarios tradicionales que encasillan el entretenimiento a las secciones de humor y misceláneas. Por su parte los lectores de estos diarios se articulan en torno a algunos factores:
• El gusto por el entretenimiento extremo por encima de la veracidad.
• Por los enfoques trasgresores, es decir, sin reparar en aspectos éticos, morales o de valores (de allí el gusto o la tolerancia frente a la crónica roja, el uso del cuerpo de la mujer como objeto y la escasa preocupación por la estricta veracidad de los hechos) • Por la búsqueda de “horizontalidad social”, es decir de espacios, rostros y lenguajes similares a los suyos.
• Y finalmente la preferencia por las narrativas de acción en desmedro de una actitud más analítica.
Por lo mismo, estamos hablando de comunidades de consumo que trascienden las clases sociales y el grado de instrucción (instrumentos clásicos del análisis del marketing) y se ubican en lo que podemos llamar cultura de la trasgresión y la horizontalidad. (Erick R. Torrico Villanueva, El sensacionalismo: algunos elementos para su comprensión y análisis, 1999) Esta problemática remite de modo necesario a las visiones teóricas que existen en torno a la influencia de los medios masivos en general, que pueden ser vistas por la de la “aguja hipodérmica”, la de la influencia social, la de usos y gratificaciones, la del análisis del cultivo, la del establecimiento de agenda y la de las mediaciones.
La investigación dentro de esta corriente se centra sobre los usos del contenido de los medios para obtener gratificaciones o la satisfacción de necesidades.
La conducta de la audiencia debe explicarse en buena medida a partir de las necesidades e intereses del individuo.
Es importante subrayar que éste es un modelo del proceso de recepción y que no abarca todo el proceso de la comunicación. (Mquail, 1983)
Este enfoque fue impulsado por la oposición al determinismo sobre los efectos de los medios y en un intento de acabar con el debate sobre el gusto de los medios, clasificando el contenido según su función y no según su gusto.
La lógica de este modelo está explicado por Katz , Blumler y Gurevitch de la siguiente forma:
Están interesadas en los orígenes sociales y psicológicos de las necesidades, las cuales generan expectativas de los medios de difusión u otras fuentes, que llevan a pautas diferenciadas de exposición a los medios (o una dedicación a otras actividades), dando lugar a la gratificación de la necesidad y otras consecuencias, la mayor parte de ellas no pretendida. (Katz, Elihu, Jay G., Blumler y Michael Gurevitch, 1986)
Esto nos da la pauta de que la audiencia es activa. Por otra parte es importante destacar la importancia de la relación entre el uso de los medios por un lado, y de la disposición psicológica y la ubicación oficial por el otro. La lógica va desde las diferencias en la interacción social a las que resultan de las necesidades psicológicas y a las diferencias en las pautas de la selección, exposición e, implícitamente, de las gratificaciones obtenidas.
Sucede además que, sosteniendo los principios de la Teoría crítica, en este momento los medios y sus contenidos ocupan un lugar importante en la problemática nacional y a su vez estos cada vez alcanzan mayor poder e influencia sobre los lectores, quienes rodeados de toda esta prensa sensacionalista y de contenidos morbosos, amarillistas, polémicos e intranscendentes eligen, de cierto modo qué consumir de los medios (Usos y Gratificaciones) pero a su vez dejan de hacerlo en el momento en que lo único que la agenda de medios ofrece es periodismo de este tipo.
Hoy en día el periodismo sensacionalista ha sobrevivido por la cantidad de público seguidor que posee. Sin embargo, es el mismo tipo de periodismo quien propaga la existencia de este público. Es certero además, destacar que en cuanto a Usos y Gratificaciones se refiere, los medios trabajan sobre las necesidades que el público posee y sobre ello proyectan lo que hoy encontramos en la televisión. Ya no podemos ni debemos concebir a los periódicos sensacionalistas al margen del periodismo, con una visión negativa y condenatoria, porque eso nos impide ser objetivos, dejando a un lado aspectos llamativos que estos tienen, así como los intereses y preocupaciones de sus lectores.
Si analizamos este tipo de prensa como un proceso comunicativo, superaremos las intenciones comerciales y sensacionalistas con las que sus dueños y periodistas usan la información y podremos comprender la comunicación también desde el punto de vista de sus lectores. Se puede entender a la prensa sensacionalista desde otra perspectiva: como un proceso diario que involucra otro tipo de oferta de lectura para cantidades importantes de compradores.
Por eso la relación entre los lectores y los diarios sensacionalistas no es aislada sino que ocurren en el mundo, es necesario analizarlos tomando en cuenta la idiosincrasia nuestra y el rol de los medios; tenemos que decir que el fenómeno de la prensa amarilla debe ser analizado no sólo desde una dimensión periodística sino también de carácter ético. Tal como lo plantea Mauro Cerbino:
Cuando decimos “ética y sensacionalismo” no estamos oponiendo dos términos, no se trata de una ética entendida como la simple aplicación de normas y códigos que limitan el sensacionalismo y lo condenan, sino de una reflexión sobre la propia práctica periodística. Esas normas y códigos responderían a una ética trascendental y una deontología profesional, se trataría de una ética que no establece una relación directa con la práctica particular del periodista. En cambio, necesitamos pensar desde el periodista en lugar de pensar desde un ideal periodístico, desde el mismo lugar del periodista y no desde un afuera en base a modelos aplicables (…). Si hacer periodismo es saber comprender distintos lenguajes y traducirlos en relatos, el periodista debe asumir que los relatos, los textos que él produce, representan un material altamente sensible para el lector. 
Está bien claro en esta afirmación la actuación de la audiencia en medios de este tipo, si bien uno tiene la posibilidad de elegir el medio y por lo tanto elegir qué consumir, una vez atraído ya deja de tener la posibilidad de elección, se convierte en una audiencia nula y a veces no pasa solo en el periodismo sensacionalista sino en todas las prácticas periodísticas actuales.
Pero, es así que el hombre termina siendo valorado por lo que consume, concepto de hombre masa (Mattelart, 1997). En estos términos es destacable también que las audiencias, si bien seleccionan y son influenciadas por los medios de comunicación de masas, a su vez forman parte de una cultura, la cual limita ciertos aspectos en cuanto a las influencias mediáticas de la agenda de medios. Este concepto, amplio desde los Estudios Culturales pero estratificado en microculturas que se oponen continuamente entre sí, conlleva a una separación entre quienes consumen medios sensacionalistas y quiénes no.

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